viernes, 2 de junio de 2017

Eduardo Macaya

El profesor Eduardo Macaya fue uno de esos profes que odié mucho, no solo porque fuera de matemáticas (asignatura en la que constantemente tuve dificultades, desde muy pequeño), sino que por su estilo de enseñanza, que muchas veces me hizo sentir frustradísimo. Un tipo que caminaba lento, un poco encorvado, de hablar pausado, inseparable de su café (que don Luis -un compañero de curso- amablemente le traía del kiosco) y por supuesto, muy hábil con los números. Solía dejarnos dos o tres ejercicios cuya resolución nos podía tomar horas. Cuando alguien lograba resolver uno de esos ejercicios irresolubles, le preguntaba al Ulisse -otro compañero, el matemático más hábil del curso- si el ejercicio estaba bien hecho. 

Como yo me sentaba en el puesto más cercano a la mesa que ocupaban los profesores, podía escucharlo mientras llenaba el libro de clases, cantando la misma canción una y otra vez, la recuerdo muy bien, decía: 'Los hermanos Pinzones / eran unos marineros / que llegaron de Calcuta / en busca de una doncella'. Siempre nos comparaba 'con los estudiantes de Arturo Prat 33', para destacar nuestra mediocridad en su ramo. Acostumbraba a delegar el trabajo de revisar las pruebas que hacía, y si no fuera por don Luis (que más de una vez me arregló las notas) lo más probable es que hubiera reprobado el curso de matemática electivo. Reclamaba constantemente por 'el olor a coco' de nuestra sala (como en el dibujo), y tenía un humor negrísimo. No nos llamaba por el apellido, como la mayoría de los profesores, sino que nos decía 'oiga doctor' cada vez que se dirigía a nosotros.

Recuerdo con cariño un par de historias que lo involucran: Una vez un compañero le hizo una pregunta sobre un ejercicio, y el profe antes de contestarle cualquier cosa, tomó un plumón, fue a la pizarra, y dibujó un triángulo equilátero con la punta hacia arriba, se dio el tiempo de dibujarle muchos óvalos adentro, y al terminar se gira y responde 'esta es una pirámide de huevos, se la ganó, porque usted es el faraón de los huevones, no el rey ni el emperador, el faraón, es más grande aún, es un descendiente directo del dios de los huevones'. En otra ocasión, tras un conflicto que tuvimos con él, lo acusamos a la dirección del liceo por negligencia, por no hacernos clases como corresponde, y en venganza nos hizo una prueba extremadamente difícil -fueron muy pocos los que aprobaron-, al saber los resultados le pedimos que bajara la escala, que subiera las notas, o que cancelara la prueba, a lo que -nuevamente- respondió tomando un plumón y haciendo uno de sus dibujos en la pizarra, esta vez era un león, con un bulto entre las piernas traseras, y junto a él una gran bota marcada con un cuatro y una be, y nos dijo: 'Este es un león que está durmiendo en el zoológico, no molesta a nadie mientras nadie lo moleste. Pero un día llega un huevón, llamado 4°B, y tiene la gran idea de venir con esta bota a pisarle los cocos al león. ¿Cómo creen que reacciona el león? Claro que no se va a quedar tranquilito mientras lo huevean, es un león, lo más probable es que se enoje y se coma al 4°B. ¿Quedó claro? No quiero que me molesten más'. 

No me acuerdo de cómo se resolvían los ejercicios de logaritmos, ni he tenido que aplicar la trigonometría en mi vida cotidiana, pero siempre me acuerdo del Macaya por estas cosas que nada tenían que ver con lo que enseñaba. Al final de mis días de liceano, ya no lo odiaba. De hecho hasta llegó a caerme bien. Por eso fue que hice este dibujo durante una de las últimas clases que nos hizo, y al mostrárselo logré que se riera un buen rato. De hecho fue de él la idea de firmarlo. Un gran tipo, al fin y a cabo, al que recordaré como ese profe extraño y de apariencia cansada, que llegaba tarde a clases y que nos dejaba pegados más de media hora en cada ejercicio. El profe al que le gustaba más el Pröschle que el Baldor (porque consideraba que este último era demasiado fácil), el profe que siempre olía a café y tabaco, al que le gustaba el rock tanto como a mi, y al que lamentablemente no pude aprovechar al máximo, porque yo era -y sigo siendo- un pésimo matemático. 

Espero que ahora sí puedas descansar, después de tantos años de aguantar las mañas adolescentes de todos los que estuvimos en tus clases. Gracias por dejar recuerdos tan diversos en tanta gente.


Dibujo: Grafito sobre hoja de cuaderno de matemáticas. Firmado por el profe Macaya. 2009.

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